Es inevitable sentir emoción e incluso derramar una lágrima al ver en las noticias los éxitos logrados por nuestros compatriotas en competencias deportivas a nivel mundial, y más aún cuando esos compatriotas llevan en alto el nombre de Bolivia.
Precisamente al ver a la deportista Angélica Barrios obtener la medalla de bronce de ráquet en los Juegos Mundiales de Birmingham, Estados Unidos, me invadió un sentimiento patriótico muy intenso. Sin embargo, al ir leyendo los detalles de su participación, no pude dejar de prestar atención a las declaraciones de Angélica, quien a través del portal web de “Deporte Total”, contaba dos anécdotas que le sucedieron antes de participar en el evento deportivo; la primera fue cuando la Federación Boliviana de Ráquetbol le negó el apoyo económico para realizar el viaje al encuentro deportivo, por lo que pensó en no presentarse, ya que los pasajes eran bastante caros, no obstante al superar este primer obstáculo, vivió un segundo momento anecdótico e incómodo al no tener el uniforme deportivo correcto, que también debía proporcionárselo la Federación, afortunadamente pudo utilizar una chamarra que obtuvo cuando ganó la medalla de oro en los juegos bolivarianos.
Realmente Angélica tuvo momentos desagradables antes de obtener la victoria de bronce para el país. Felicidades a la deportista. Pero al leer sus vivencias una se pone a pensar y reflexionar acerca de la situación de los deportistas en Bolivia, y se da cuenta de que existen dos lados en nuestra “realidad deportiva”. La primera: el futbol profesional; todavía existe en la memoria colectiva aquellas victorias del pasado, ahora lejanas, y que cada vez que vienen a la mente, generan un sentimiento de nostalgia; justamente el otro día al sentarme un momento a tomar el sol en la plaza de mi barrio, pude conversar con un vecino, quien me comentó, a propósito del mundial de Qatar de este año, cómo vibró la nación entera cuando en 1994 nuestra gran selección nacional había clasificado por vez primera a un mundial, “aquel día el país se puso de fiesta, estábamos tan esperanzados y orgullosos de la verde” me dijo recordando.
Ahora, casi 30 años después, la hazaña parece irrepetible, tal vez exagero un poco, tal vez no… ¿Cuál es el problema de fondo, que no permite resurgir a la selección? me pregunto.
Para Juan Manuel Peña, ex jugador del plantel mundialista, existe “una falta de trabajo y poca capacitación hacia los entrenadores”, así lo dijo a un medio deportivo digital. También, se podría añadir, no hay una motivación personal de los jugadores, quienes tal vez deberían representar al país por amor a la camiseta y no solo cumplir con un trabajo y cobrar después por ello.
Ahora bien, la segunda parte, son las otras disciplinas deportivas, en las que nuestros deportistas han demostrado un talento que lleva a posicionar a Bolivia en los primeros lugares de diversas competencias internacionales, pero como dije, la visión es inversa, ellos tienen la pasión y el amor hacia sus colores, pero no tienen el incentivo económico.
Aunque hace algunos días, pude ver una pequeña esperanza, y es que la Federación Boliviana de Futbol, dio a conocer a la ciudadanía, su intención de “revivir” el futsal boliviano de forma profesional, con la transmisión de los encuentros deportivos. Es una buena iniciativa que debería aplicarse a todas las disciplinas deportivas donde exista el potencial y permitir a nuestros jóvenes deportistas dedicarse de forma profesional y retribuir su esfuerzo como tantos años se ha ido haciendo con los jugadores de futbol. Quizá de esta forma se pueda aspirar a conquistar la tan ansiada medalla olímpica. Al finalizar esta reflexión deberíamos dejar de pensar que el deporte es un hobby y empezar a verlo como una carrera profesional, que llevaría a Bolivia en alto.