El inicio de un nuevo año siempre nos da un aire de renovación y el impulso necesario para emprender nuevos proyectos o continuarlos con mayores ganas que la gestión pasada. Precisamente en los primeros días del año, muchos jóvenes recién titulados se ponen a pensar ¿cuál será su futuro de ahora en adelante? Ya pasaron los dramáticos momentos del proceso de titulación (por lo menos en el ámbito público que llega a ser verdaderamente extenuante) y al concluirlo, muchos noveles profesionales se sienten con las energías elevadas poner en práctica todos sus conocimientos, y qué mejor que iniciarlos conjuntamente con un el nacimiento de un nuevo ciclo.
Además, la necesidad de una inserción laboral rápida es generada por la independización, en (muchos casos) de la familia paterna, puesto que al percibir ingresos obtenidos por un propio sacrificio promueve el paso de la juventud a una vida adulta responsable y en el camino de establecer un hogar propio. Por otra parte, el contar con un salario que permita cubrir las necesidades básicas de un hogar, el pagar cuentas o comprar gustos demuestra que los jóvenes adquieren un nuevo sentido de madurez que les permite administrar de la mejor manera el dinero que se permiten ahorrar, o ese es por lo menos, el comportamiento ideal, para el que sus padres debieron educarlos.
Ahora bien, todos los aspectos mencionados se aplican hacia aquellos que ya tienen un trabajo, sin embargo, no es la realizad de muchos jóvenes en Bolivia. Tras la pandemia y las crisis políticas nuestro país se ve más que nunca afectado por una falta de espacios laborales para todos, pero más aún para aquellos que recién se abren camino en ése ámbito; es bien conocido por todos que no se puede acceder a un empleo en instituciones públicas o estatales sin recomendaciones o “avales” que no siempre reconocen la calidad del nivel académico sino otro tipo de “habilidades”. Asimismo, el tratar de conseguir el anhelado espacio en una instancia privada, ya también exige una mayor preparación extracurricular o incluso una cantidad de años de experiencia que llevaría a uno haber trabajado desde niño en el área requerida. Lo único que queda a muchos jóvenes es el ser independiente o emprendedor, aunque en muchos casos el capital económico sea una deficiencia importante y también la falta de imaginación e impulso de la sociedad.
No obstante, no vamos a sumirnos en la negatividad, pues no todo es oscuro para los jóvenes. En realidad, también existen programas y portales web que permiten a los nuevos profesionales buscar ocupaciones que no requieren de grandes experiencias o de influencias; por ejemplo, está el Programa “Mi primer empleo” que, si bien está a cargo del Ministerio de Trabajo, permite a muchos jóvenes del área urbana y periurbana de bajos recursos una inserción laboral aparentemente rápida. Después, se puede encontrar el Centro Juana Azurduy, una instancia no gubernamental que impulsa a los jóvenes y les brinda una formación técnica que les da herramientas para la creación de microempresas rentables.
Finalmente tenemos los portales web, como las Bolsas de Trabajo, en Facebook que diariamente seleccionan ofertas de trabajo de periódicos locales, empresas e instituciones que requieran personal.
Asimismo, el SICOES que tiene como objetivo administrar todas las contrataciones de las instituciones y organismos públicos del Estado, posee un portal web con basta información sobre la demanda de servicios profesionales.
De todas formas, todos estos servicios no son suficientes ante un mercado cada vez más saturado, por lo que se debería disponer de una mayor diversificación laboral que permita a los jóvenes acceder a un trabajo digno sin riesgos y son explotación por parte los contratantes.